Llegó uno de los
momentos más duros de toda su vida, el de la separación. Inevitable. Sí,
inevitable. Lo había intentado todo. Todo, todo, cuantitativamente todo. Ya no
podía más. Los ojos llenos de lágrimas, la cabeza a reventar, asfixia. Los
médicos, todos a los que había acudido, nada pudieron hacer. Visitó a los
mejores y nada, no hubo solución. Después de cinco años juntos, cinco años
intensísimos, cinco años de la mejor y más gratificante compañía, todo se
acabó. «Aquí vas a estar muy bien. Vendré a verte». Después de esa breve
despedida salió a la calle, cogió el autobús y regresó al hogar, ahora vacío. Se
tomó la medicación de la alergia, alergia al epitelio gatuno. Empezó a mejorar.
Relato del libro "El Velocirraptor y 53 relatos más"
Una separación dolorosa, sin duda, como doloroso es que queramos algo o a alguien, incluido un gato, y el cuerpo, ese supuesto aliado, nos lo niegue.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro