Desde hacía algún tiempo, todos
los dioses del Olimpo estaban muy preocupados. Sentados, cabizbajos, viendo
cómo su jefe, Zeus, daba vueltas y saltos de forma compulsiva. Jamás le habían
visto así. Era cómo si él hubiese perdido la paciencia, algo del todo imposible
dada su posición y curriculum.
<<Dos horas, dos horas. La
distancia…>> exclamaba mientras realizaba las extrañas piruetas.
<<No me miréis así ¿No lo
entendéis? Pues…, mirad hacia abajo: aquellos dos chiquillos que desde aquí
parecen juntos, uno está llorando porque se le ha roto su plumier y el otro
porque su nuevo hermanito ha muerto de hambre, igual que el anterior y el
anterior y el anterior…. ¿Comprendéis? Me equivoqué, pensaba que estaban
juntos…, y están a dos horas de avión. No le di importancia a esa distancia. No
supe verlo. Me equivoqué.>>
A veces, ir a parar a un lugar o a otro, separados apenas por unos pocos kilómetros, puede suponer una vida muy diferente, incluso la muerte. Va a ser que los dioses tampoco son perfectos.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro
Gracias, amigo. Otro para ti.
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