Entró por primera vez en su consulta. Sintió en ese mismo instante cómo se daba la vuelta su reloj de arena. Notó el comienzo. Empezaba una de las cosas más importantes que podía y debía hacer. Estaba preparado. Su torrente sanguíneo contenía un sinfín de nombres, cifras, signos, fórmulas magistrales y compasión y dedicación y honradez y…un juramento. Pasaron los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas y…los años. Pasaron muchos, muchos años y, un día, sin saber por qué, se desprendieron de golpe, como un alud, todos los azulejos de su consulta. Y le sepultaron. Y en el reloj, la arena dejó de caer. Y ya no fue médico nunca más.Y nunca, nunca, supo la razón.
Es muy grafica - en el fondo cómica, pero gráfica sobre todo, muy sugerente- esa imagen del médico aplastado por los azulejos de su consulta.
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