— Aquí está. Por fin llegó ¡Después de tanto tiempo!
— ¿Seguro que quieres abrirla?
— Hombre, llevo tanto esperando…
— No te he preguntado eso. No me he interesado por la espera. Te repito: ¿Estás seguro de que quieres abrirla?
— Creo que sí.
— ¿Crees?
— Sí. Quiero abrirla.
— ¿Independientemente de lo que ponga dentro?
— ¿Pues que va a decir?
— Eso mismo te pregunto yo.
— No te entiendo.
— Sí, es muy fácil, verás: ¿Y si no pone lo que crees que pone?
— Anda ya.
— Te repito de otra forma: ¿Y si no te gusta lo que hay dentro? ¿Qué pasaría?
— Pues…
— No la abras. Mejor dicho, ábrela cuando lo que haya dentro no te importe, vamos, no te importe demasiado.
— Entonces, llegado ese instante, ¿para que voy a enterarme de nada?
— Pues eso mismo digo yo. No la abras.
— Bien, de acuerdo, te haré caso, pero… ¿cual es la moraleja?
— Las cosas importantes las decides tú. Vamonos al cine.
Me encanta!!!
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