— ¿Te has enterado?
— ¿De qué?
— ¡Hija es que estás más despistada! Pero si no se habla de otra cosa.
— Ya, es que llevo una actividad frenética. Dime
— Pues eso, que parece ser que nos van a sustituir.
— ¿A nosotras? ¿Por?
— Por qué, no lo sé realmente. Pero sí por quien: por un sintasol.
— ¿Sintasol? Pero…eso no puede ser. Si el sintasol es una imitación barata de baldosa. Anda, anda, que vaya tonterías se comentan.
— Te lo juro. Es totalmente cierto.
— Pero… ¡si nosotras hemos cumplido siempre con primor nuestras obligaciones!
— Eso no tiene nada que ver, por lo visto. Vamos, es lo que dice la que está más cerca del escritorio del jefe que oye todo a la perfección. Creo que lo que más preocupa ahora es la posibilidad de cambiar más fácilmente.
— ¿De cambiar? ¿Por un sintasol?
— Claro, nosotras somos fijas. Para quitarnos tienen que hacer mucha obra, contratar a mucha gente, pedir licencias costosas y cosas así. En cambio con el sintasol el compromiso es menor. Lo quitan y lo ponen cuando quieren.
— Pero, no entiendo nada ¿Y todo este tiempo cumpliendo con nuestra obligación? ¿Te acuerdas de aquel año del problemón, de todos esos cigarrillos apagados con el pie y nosotras sin rechistar, brillando a pesar de la adversidad? ¿Te acuerdas de los saltos tan tremendos en aquella fiesta y nosotras tan resistentes? Ah ¿y recuerdas aquella vez que aquel jefazo se tumbó con su amante…y nunca dijimos nada de nada? Fuimos discretas para evitar cualquier problema a la empresa. ¿Y todo eso? ¿Ya no les importa?
— Pues por lo visto no. Creo que lo más relevante es “disminuir el compromiso”
— Estoy perdida. Vamos a ver: ¿van a hacer una obra costosísima para sustituirnos por un plástico?
— No, no has entendido nada. No nos van a quitar. Nos lo van a pegar encima. Así, de esa forma, se ahorran todo lo demás. En teoría, legalmente hablando, no nos quitan y por tanto…bueno no sé exactamente lo que quieren decir, pero es algo así como un vacío legal.
— Pero si nos ponen encima un plástico nosotras ya no existimos. Ahora lo entiendo menos.
— Yo tampoco comprendo nada amiga mía.
— Dios mío ¿qué es ese olor tan horroroso?
— El pegamento. Y luego vendrá la oscuridad.
La tarima flotante también se echa encima de los viejos y nobles suelo de madera; en el fondo es una buena metáfora de cómo se cubre lo esencial por cosas agradables a la vista pero de escasa calidad
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