No entendió en absoluto las tres
razones, quizás cuatro, que le habían esgrimido para echarle de su puesto de
trabajo. No tenían ni pies ni cabeza…ni cuerpo de dónde salir. Y aquel instante incomprensible se estiró como
un chicle, y comenzó una carrera de entendimiento negativo o a medias, siendo
generoso, de la mayoría de las cosas que se asomaban a su vida. Al poco tiempo,
tampoco se entendía con su familia, ni con amigos, ni tan siquiera consigo
mismo. Y sobre todo, no comprendía cómo los cartones, que tantas veces había
tirado a la basura, podían calentar tan requetebién.
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