Los recuerdos se movían anárquicamente, como si de una nube de abejas rabiosas y desorientadas se tratara. Le era imposible establecer el mínimo orden entre ellos, para, de esa forma, poderlos dejar tranquilos en sus estanterías, que es donde tienen que descansar. Ni tan siquiera conseguía pegar dos. Ni los más evidentes en el tiempo. Vamos, ¡ni eso! Intentó apoyarse, cual bibliotecario desesperado, en el alcohol, para ver si la chiripa de los borrachos podría ponerse de su parte. Pero no. Intentó utilizar la moderna farmacología con el mismo fin, a ver si la tranquilidad y el sosiego producido por las complejas y geométricas moléculas, conseguían establecer el orden deseado. Pero no. ¿Y ahora?
Acrílico y esmalte industrial sobre lienzo 65 x 54 |
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