Por primera vez en la vida de nuestro protagonista, o como queramos denominarla, valdría también cualquier otro vocablo como absurdo, equivocación, sinsentido…, vio claro el final. Pero no un final de película traumática con suicidio, alcoholismo, o cualquier otra barbaridad. No. El final a secas, como constante universal de todo su constructo, como si en cualquier momento pudiese haber aparecido y el resultado hubiese sido el mismo. El final como explicación a todo y a nada, como agrupamiento de todos los sentimientos supuestamente relevantes. Tengo que añadir que a pesar de lo descarnado del instante en cuestión, algo, muy poco, de lo que nunca había sentido, apareció como por generación espontánea: tranquilidad. La generó el final. Fin de la ecuación.
|
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván |
No hay comentarios:
Publicar un comentario