Los veinte años de travesía galáctica se le pasaron en un periquete, aunque sin la rapidez, es decir, que pasaron y punto. Cuando el cohete tocó la superficie del planeta sintió algo especial que era, en ese instante incapaz de definir, a lo que no le dio ninguna importancia, respondiéndose simplemente como que necesitaba algo de tiempo para digerir el aterrizaje. Una vez segura y estable la nave, y comprobando que los controles, que medían lo que eran capaces de medir, estaban en verde, desconectó todo y…, se hizo el silencio. Se quedó unos segundos pensativo ante tal hecho: estaba en un nuevo planeta, ya (evento que durante la larga travesía había ido aumentando en deseo). Ahora le quedaba lo más difícil: salir y…quitarse el casco. Para eso había viajado. Sólo para eso.
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