Volvió a sentir como la ropa se le pegaba a la piel. De nuevo ese trozo de techo se mostró con su color más desgarrador: el blanco. Otra vez esa sensación de adquirir una posición ridícula a deshoras, fuera de contexto, como “que no pega”. Sí, otra vez. Otra vez ese diván, ese mueble cotidiano a la fuerza por culpa de ese carpintero abyecto que daba saltos dentro de su cráneo, y que “otra vez”, haciéndole una llave de judo, le había obligado a tumbarse en él.
Óleo sobre lienzo (27x22)
No hay comentarios:
Publicar un comentario