Cuando lo tuvo que hacer no le costó tanto, ya que a pesar de toda la información favorable que rebosaba seguridad, vertida durante meses atrás por todos los medios de comunicación
fiables, él sabía con absoluta certeza lo que realmente ocurriría y, en consecuencia, fue recogiendo datos que le serían muy valiosos, como la diferencias de temperatura de los distintos suelos amigables o apuntando las marcas comerciales que utilizaban para envolver sus productos los cartones más resistentes. Además, observó de primera mano cómo el vino transportado en recipientes de cartón era mucho más cómodo que en recipientes de vidrio; fue adquiriendo por autosugestión el color cetrino inequívoco de aquel que no puede salvarse, del perdedor. Se entrenó día a día, concienzudamente, a tener los ojos medio cerrados ya que con esa abertura era “más que suficiente”. Aunque…, he de añadir que en el cartón que, aposta con faltas de ortografía como estrategia de mercado resumía su situación, su nuevo curriculum vitae, no iba firmado por un “gracias”, sino con un “bioquímico, gracias”.
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Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván |
Muy buen texto, Pedro...
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Gracias Humberto. Otro abrazo para ti
ResponderEliminarFantástico Pedro. Emocionante!
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