Era una espesa nebulosa la parte de su vida que le había traído hasta este precipicio. Por más que intentaba transparentar el puré, recordar cual fue el momento clave, en que instante tocó el negro monolito (gracias Kubrick), no conseguía recolectar un acertado resumen temporal. Quizás, y digo quizás, el momento más lúcido en el que casi lo atrapaba, era nada más levantarse…, con las primeras arcadas. Luego, después de varias copas, intentaba poner en claro los datos anteriores pero…, sin conseguirlo. Así que, día tras día, no le quedaba más remedio que esperar hasta el próximo amanecer.
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