No era capaz de aclararse si iba o venía. Imposible saber a ciencia cierta si acababa de salir o, por fin, regresaba. No conseguía orientarse, así que se levantó y se dirigió al vagón restaurante buscando... Pidió una copa de coñac que amablemente le sirvieron, pero de repente, y con voz enérgica, ordenó que se la cambiaran por un refresco. El camarero satisfizo su deseo, cerrando el trueque con un leve apretón en el antebrazo. Ahora sí, ahora sí sabía donde iba: Era un viaje de vuelta a su casa como un hombre nuevo.
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