Primero se le acercó un pato y le dijo lo que “tenía que decirle”. Luego le tocó el turno a una hermosa lagartija, la cual también verbalizó lo que ella quiso. Después una cebra, un ñu, un águila y, para finalizar, una comadreja. Una vez escuchado a todos, y antes de partir de nuevo hacia el Olimpo, Zeus le preguntó a su ayudante de cámara por qué no había venido ningún hombre.
— Sí, vino uno, pero estaba tan deprimido, tan acobardado que, a pesar de haber esperado toda la fila en el último momento dejó de creer en Dios, en ti.
— Pero… ¿no me estaba viendo?
— Sí, pero ya sabes como es eso de la depresión.
— Pues nada. Ya vendrá.
— Pero…, directamente arriba.
— Claro.
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