Había estudiado mucho. Lo había aprendido todo. Hacía ya bastante tiempo que la totalidad de los datos descansaban dentro de su bóveda craneal. De hecho, ya sólo se dedicaba a realizar lecturas al ralentí para evitar cualquier pequeña fuga intelectual que pudiera producirse. Y llegó el día del examen. Nada más ocupar su sitio asignado, se levantó entregando los papeles absolutamente en blanco. El profesor, que sabía de sobra el esfuerzo realizado por él, para calmar su perplejidad, le preguntó en el quicio de la puerta del aula.
<<Me lo sé todo, pero no estoy preparado…, para aprobar. A la siguiente, tal vez>>
Pero, ahora que el examinado no me puede oír (ni podrá jamás) quiero resaltar lo evidente: no hubo siguiente.
Óleo sobre lienzo 61x46 |
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