El movimiento pendular del dedo índice, pausado, periódico, simulando un metrónomo, vomitaba una información inequívoca: NO. Al otro lado, esa negativa era esperada mucho antes de que se ofertara; no hay nada más oneroso para un ser humano que remontar un no, pero… “El que algo quiere, algo le cuesta”, así que comenzó el acercamiento tantas veces repetido y casi las mismas infructuoso. Digo “casi las mismas” porque en esa sutil diferencia, en ese decimal que puede parecer desestimable, se halla la fuerza necesaria para volver a intentarlo ahora y después, claro. La distancia se acortó al mínimo posible: El grosor de un cristal de ventanilla. Es decir, un año luz.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván
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