Y por quinta vez, la felicidad volvió a escapársele de la misma forma que las otras cuatro anteriores: como un renacuajo resbalando entre sus temblorosos dedos. Pero en esta ocasión, a diferencia de las previas y previendo que era ya mucho tentar a la suerte, salió corriendo detrás de su “incipiente batracio”. Corrió y corrió, saltó, buceó…hasta que la agarró y consiguió hacerla suya de nuevo. Una vez que era ya evidente que no volvería a dejarla escapar y, por tanto, ella cogió cierta confianza viendo su cambio de actitud, la soltó un poquito para poder mirarla a los ojos y le dijo:
— ¿Dónde ibas nerviosa?
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