Y
el mundo volvió a cambiar. Ya había ocurrido bastantes veces a lo largo de sus varios
miles de millones de años de existencia, en forma, por ejemplo, de glaciaciones
que obligaban a los seres que poblaban la Tierra en ese momento a dejar sus
cómodos y conocidos parajes para adentrarse en lo desconocido. Dicen que el
mismísimo mar Mediterráneo se ha vaciado y llenado varias veces consecuencia de
los movimientos tectónicos. Pero esta vez parecía distinto, pensó nuestro
protagonista. Aunque analizando su reflexión es posible que a quien le toca el
cambio siempre le parece distinto, porque no es lo mismo imaginar un recuerdo
de otro que vivir tú esa situación. Pensó en lo inútil de su tremenda musculatura, sus
varios metros de altura y sus terribles dientes desgarradores ante semejante
oscuridad producida por el impacto del asteroide. ¡Creo que los más pequeños sobrevivirán…esos
mamíferos chiquitines no necesitan tanta comida como yo! gritó en el idioma de los Tyrannosaurus rex. Débil o fuerte…depende, como diría la canción de
“Jarabe de palo”. A lo mejor ahora, 75 millones de años después de la reflexión
de nuestro lagarto gigante y ante otro cambio, es el tiempo de los que se les
consideraba débiles.
De una forma o de otra, la historia se repite, o la prehistoria. Los cambios son inevitables, a veces, tan bruscos como la caída de un meteorito, a algo más sutiles, como un virus persistente y resistente. Lo importante es adaptarse y sobrevivir, o lo que es lo mismo, aguantar y seguir tirando.
ResponderEliminarComo siempre, encantado de leerte, Pedro.
Un abrazo
Muchas gracias, profesor! Un abrazo fuerte
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