Desde
pequeñito quiso ser lo que quiso ser. Conseguir abrirse paso con su sueño a
cuestas le fue muy difícil, pero ya se sabe que si un sueño es de verdad, es
imposible que el ser humano que lo tiene agarrado a sus circunvoluciones tire
la toalla. Sus padres, cuando les comunicó su plan “para ganarse la vida”,
no pudieron disgustarse más. Pero siguió adelante. No le fue sencillo encontrar
maestros en su disciplina, ya que desde hacía tiempo dicho saber estaba un poco…olvidado.
Para compensar la falta de docentes, veía y veía una y otra vez actuaciones
grabadas, muchas de ellas en blanco y negro, del maestro de maestros, Marcel
Marceau, y como él, también llevaba cada vez que actuaba una flor en su sombrero con
el mismo objetivo que su ídolo: representar la fragilidad de la vida. Quién iba
a decir que su profesión, la de mimo, iba a ser de las más demandadas en estos
tiempos en que nadie puede tocar nada ni a nadie. Así que iba empresa por
empresa, colegio por colegio, enseñando cómo debían de trabajar y relacionarse
sin ponerse en peligro. Y esa flor que brotaba de su sombrero les recordaba a
todos, además de la fragilidad de su existencia, lo terrible que puede ser la
soberbia aquí, en el tercer planeta del Sistema Solar.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
miércoles, 29 de abril de 2020
sábado, 25 de abril de 2020
Nanorrelato Nº586. Coronavirus y los débiles
Y
el mundo volvió a cambiar. Ya había ocurrido bastantes veces a lo largo de sus varios
miles de millones de años de existencia, en forma, por ejemplo, de glaciaciones
que obligaban a los seres que poblaban la Tierra en ese momento a dejar sus
cómodos y conocidos parajes para adentrarse en lo desconocido. Dicen que el
mismísimo mar Mediterráneo se ha vaciado y llenado varias veces consecuencia de
los movimientos tectónicos. Pero esta vez parecía distinto, pensó nuestro
protagonista. Aunque analizando su reflexión es posible que a quien le toca el
cambio siempre le parece distinto, porque no es lo mismo imaginar un recuerdo
de otro que vivir tú esa situación. Pensó en lo inútil de su tremenda musculatura, sus
varios metros de altura y sus terribles dientes desgarradores ante semejante
oscuridad producida por el impacto del asteroide. ¡Creo que los más pequeños sobrevivirán…esos
mamíferos chiquitines no necesitan tanta comida como yo! gritó en el idioma de los Tyrannosaurus rex. Débil o fuerte…depende, como diría la canción de
“Jarabe de palo”. A lo mejor ahora, 75 millones de años después de la reflexión
de nuestro lagarto gigante y ante otro cambio, es el tiempo de los que se les
consideraba débiles.
sábado, 18 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 585. Coronavirus y los extraterrestres.
<<
Ni te acerques, Levo. Vamos a dar otra vuelta por este sistema solar, para hacer
un poco de tiempo, hasta que solucionen semejante pandemia, y ya tranquilamente
cogemos las muestras de esta misión.>>
<<
¿Te acuerdas Dextro, de que en el colegio primario nos explicaron que nuestros
planetas sufrieron una epidemia parecida, hace mucho tiempo?>>
<<
No muy bien, la verdad, porque yo venía de estudiar dimensiones paralelas y la
biología se veía de refilón. >>
<<
Pues, te cuento. Hace muchos metrones hubo una epidemia por un virus, que lo
denominaron Boinavirus, no me
preguntes porqué. Por lo visto fue un desastre, miles de muertos, bueno…, la
leche cósmica. Todos los políticos de todas los planetas y distintas regiones
no creas, en vez de ayudar, se liaban a hostias todos contra todos con láseres
de segunda generación. Así que la solución vino de un pequeño y olvidado
artículo de la Constitución de entonces, donde se dejaba claro que, si los políticos
iban contra el pueblo,” el pueblo, es su
derecho, es su deber, cambiarles de dimensión espacio- temporal y elegir a otros
que vayan a su favor”
<<
¡Ah!, por eso ahora, para ser político se necesitan tantísimas pruebas
psicológicas, culturales, éticas…, por si acaso llegaran gobernar. Ahora que me
acuerdo…, a un sobrino clónico mío le pillaron aparcando el platillo en una
zona de carga y descarga y ya no pudo seguir con los estudios de político. Y es
un chaval majo que siempre lleva las antenas en posición educada, pero…….>>
<<Eso
es.>>
martes, 14 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 584. Coronavirus y las mascarillas
Aunque las primeras predicciones de los seres humanos que vivieron
la epidemia del Covid-19, apuntaban a una reflexión
profunda sobre los errores cometidos en el macroproceso denominado
Globalización, no fue así. Una vez superada aquella pandemia, se siguieron
cometiendo incluso con más ahínco los mismos fallos. Por ese motivo
vino la siguiente oleada de otro virus. Tampoco se aprendió de ella y, dada la
obstinación, vinieron muchas más para ya quedarse definitivamente. Desde hace
unos trescientos años, por tanto, la humanidad no ha dejado de cubrirse la cara
con mascarillas, de tal forma que viendo que dicho elemento de protección iba a
ser necesario desde que se alcanza cierta edad, al igual que los implantes
dentales se hicieron allá por el siglo XXI una práctica habitual para alargar
el beneficio que provoca poseer una dentadura firme y duradera, se practicó la
misma idea con mascarillas implantadas. Y esa es la razón por la que, desde que
se puso en práctica la técnica que les acabo de mencionar, se abarataron tanto
los implantes, ya que su única función era preparar a los alimentos para su
correcta deglución, porque el aspecto de dichos elementos daba exactamente
igual al estar siempre tapados por la mascarilla exactamente igual de
implantada con una técnica que es el núcleo, alumnos de cuarto de Odontología-Mascarillología,
de esta necesaria asignatura que vamos a comenzar en este curso de 2327/2328.
Es bueno siempre un poco de historia para centrarnos en materia.
domingo, 12 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 583. Coronavirus y el residente
Recuerdo que mi abuela sobrevivió a la epidemia. Estuvo muy
malita, pero aguantó. Jamás contó a ninguno de sus hijos ni a sus numerosos
nietos nada malo, nada negativo, de aquella experiencia del coronavirus. Cuando
mi padre la trajo a casa, se sentó en su sillón de siempre, exigió que se
pusiese en la televisión “Sálvame”, y colocándose las gafas se comportó como si
no hubiese pasado nada de nada. Pasados algunos años y sorprendido con aquel
silencio extendido, estando en mi segundo año de residencia en psiquiatría,
pensé que sería bueno que “descargase” alguna emoción para adelgazar su mochila.
Me miró fija a través de aquellos gruesos cristales y me dijo: claro que te cuento algo malo, muy malo.
Cuando tenía cinco años se me cayó la muñeca de trapo al río…, y se la llevó la
corriente. Se me han caído muchas más muñecas a otros ríos a lo largo de mi
vida, pero esa fue la más importante. Mi abuela me hizo psiquiatra.
sábado, 11 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 582. Coronavirus y la batalla del Ebro
Fue testigo de todo. Observó la evolución de todos los seres humanos
que alcanzaba a ver desde su ventana, pero para él era muy importante porque
ese universo parecía suficiente para extrapolarlo al resto de ventanas de todo
el país. Vio cómo empezaron un buen día saliendo a aplaudir a todos aquellos
que se la estaban jugando para que pudiesen continuar con sus vidas, con sus trabajos,
con sus amores o finiquitar sus desamores. Después, esos aplausos fueron
mutando en caceroladas. Ya no había risas, ni “hasta mañana vecinos”. No. Eran ruidos metálicos en medio del
silencio. Después, unos y otros memorizaban como si estuviesen preparándose un
examen, las caras de quienes aplaudían y quienes sacaban cacerolas. Después, apoyados
en sus alféizar, unos a otros se disparaban con los dedos índices hipotéticos
proyectiles lanzados desde la posesión más absoluta de la razón. Y esta vez, a
diferencia de la anterior que fue horizontal, aparecieron verticalmente esas
dos Españas sobre las que escribía Machado entre lágrimas. Y la batalla del Ebro
siguió su curso, ya que nunca terminó, desde aquel 25 de julio del año 38, a
las 0:15 horas. Es lo que afirman…, las ventanas.
viernes, 10 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 581. Coronavirus y "La Fuentes"
Adelante. Suena el despertador; acción absurda porque llevo una
hora con los ojos como platos. Lo primero, lo primero: ponerme las orejeras que
tengo en la mesilla, para evitar distraerme del objetivo. Nada, ni caso a Twitter, ni Facebook, ni nada. Solo ciencia y ciencia. Ojalá tuviera más, más
certezas, más de todo, pero hay que luchar con los datos que tengo. Acordarse
de Napoleón, que de esto de luchar entendía un poco, Cuando el enemigo se equivoca no hay que interrumpirle. No me
quiero equivocar. Y además no puedo pedir ayuda, porque el planeta está igual…,
o peor. Sigo. Órdenes, resultados, órdenes. En su día prometí ser directora
general por y para…el pueblo. No voy a faltar a mi juramento mientras me quede
ATP disponible. Me caigo un poco, nadie me ve. Soy médico, por tanto me levanto porque
la medicina no se puede ejercer de rodillas. Me acuerdo de cosas buenas. Solo un
ratito, como para descansar. Las aparco, ya que en el frente pueden ser muy
dañinas. Una llamada y otra, una videoconferencia y otra. Un pasito más. Parece
que se aplana la curva. Pero..., sorpresa, todavía hay gente que intenta
escapar al pueblo. Fuera pensamiento negativo. El enemigo es muy fuerte. Pero yo también. Soy
de arriba de la montaña. Adelante. Y de algo estoy segura, como la vieja
canción de aquellos gallegos: “Y bailaré
sobre tu tumba……” coronavirus.
jueves, 9 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 580. Coronavirus y Bukowski
Volvió a leer el poema. Le parecía tan maravilloso que cada vez
que se asomaba a él era como si fuese la primera vez, como si en cada una de
las lecturas se presentara una obra maestra distinta. “Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir, pero soy duro con
él, le digo quédate ahí dentro, no voy a permitir que nadie te vea”. Hacía una
pausa por la emoción brotada con el comienzo, y después de coger aire.... “Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere
salir, pero yo le echo whisky encima y me trago el humo de los cigarrillos, y
las putas y los camareros y los dependientes de ultramarinos nunca se dan
cuenta de que está ahí dentro”. Pero de pronto ocurrió algo inesperado, un
pensamiento en forma de pregunta eclosionó a bocajarro, ¿Qué habría hecho
Bukowski en esta situación? Al cabo de
unos segundos se respondió certeramente: Ponerse una mascarilla para proteger a
su amado pájaro azul.
Poema completo "El pájaro azul"
domingo, 5 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 579. Coronavirus y tod@s
A todos. A
los que están dentro y a los que están fuera. A los que se les perla la frente
de miedo a contagiarse y a los que...ni lo piensan. A los que les dan medicinas a los
pacientes y a los que les ofertan la mano virtualmente. A los que no han salido de
casa y a los que salieron, y por fin entraron, se dieron cuenta de la maldad de
este virus. A los que rezan y a los que solo lo hacen a ratitos, por si acaso.
A los que han perdido a alguien insustituible y a los que la suerte les ha
tocado con su pluma. A los que se lanzan con los chiquillos al suelo del salón
para entretenerles y a los que se tiran encima del paciente para meterle un
tubo por el gañote a modo de cordón umbilical con la vida. A los que llaman
por teléfono a sus enfermitos para proseguir el tratamiento como sea y a los
que llaman a sus padres del pueblo diciéndoles, una vez más, que no salgan a la
calle. A los que analizan incansablemente los datos esperando un atisbo de
aplanamiento y a los que ya solo ponen la videoconsola. A los poetas que se
desesperan porque no les sale un solo verso y no pueden ayudar desde su
perspectiva, y a los que lloran al escribir cada parte de defunción. A los que
limpian el suelo una y otra vez y a los dejados que no lo han limpiado jamás
desde que empezó la cuarentena. A los que reparten alimentos incansablemente y
a los que esperan tranquilos delante del súper.
A todos y a todas (como se dice ahora): un abrazo. No tengo otra cosa.
sábado, 4 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 578. Coronavirus y el Hospital-Hotel.
Y
empezó la metamorfosis, y al igual que para cualquier larva, el comienzo fue
difícil. Lo primero que había que desalojar era la palabra hotel y sustituirla
por la de hospital, que conceptualmente, aunque parezca extraño, son términos
contrarios, aunque he de añadir que las dos empiezan por hache, y…todo ayuda
(ya veréis). Y donde hay salón ha de haber almacén de limpio, y donde hay otro
salón ha de haber almacén de fármacos, y donde hay caramelitos de bienvenida ha
de haber gel desinfectante, y donde hay pomos invisibles ahora deben de tener
luz roja por ser uno de los sitios preferidos del virus para jugar al
escondite. Y donde hay revistas y periódicos para pequeñas esperas, ahora no
debe de haber nada, ya que el covid-19 también le gusta leer y pasar de mano en
mano. Y donde antes había una habitación con todo lo necesario para descansar
o.…lo que sea, ahora hay tres ordenadores, dos teléfonos IP y una impresora. Y
donde hay una televisión, ahora también, pero dando cifras de contagiados. Y
donde hay moqueta elegante y silenciosa ahora debe de haber sintasol para
limpiar, y limpiar, y limpiar. Y donde hay..., ya llegan los primeros enfermitos:
mira, eso es lo mismo, las mismas sonrisas y amabilidad de cualquier hotel de
cinco estrellas, porque ahí es donde salen la haches: hache de henfermería, hache de hadministrativos, hache de hacultativos, hache de hinformáticos, hache de himpieza, hache de hocineras , hache de hantenimiento,
hache de holicía nacional y holicía municipal, hache de heguridad,.......... <<
Bienvenidos a este hospital. A curarse se ha dicho>>
jueves, 2 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 577. Coronavirus y el enamorado.
Seguía regando las
flores. Todos los días, además de cambiar el agua, les ponía una aspirina, que
siempre se ha dicho que es muy buena, pensaba cada vez que desmenuzaba la
pastilla en sus ancianos dedos. Pero el ramo de flores cada día estaba un poco
más marchito, aunque él no quería tirarlo a la basura, porque era el regalo que
le pensaba llevar a su primera cita, justo antes de la declaración del estado
de alarma y el confinamiento obligatorio. Cuando todo esto termine, le enseñaré
lo que quede de él, que no piense que soy un hombre de poca palabra, que lo
importante no es el aspecto.
<< Que no, abuelo.
Ese ramo hay que tirarlo. Está podrido. No se preocupe que su Dulcinea lo entenderá>>
<< Con lo que me
costó rellenar esa hoja del ordenador donde me dijiste que se encontraba novia …que
vergüenza pasé, como para que piense que soy un frívolo. ¡Ni hablar, yo no lo
tiro!>>
miércoles, 1 de abril de 2020
Nanorrelato Nº 576. Coronavirus y el último de la Nueve
¿El mortal silbido de las
balas? No. ¿Un mal paso dado sobre una
mina antitanque? Tampoco. ¿Quizá, una
bomba tirada desde un mortífero Stuka?
Nada. ¿Un interrogatorio de la Gestapo? No. ¿Una granada despistada? Que no.
¿Un francotirador de élite? Frío, frío. ¿Entonces? En las cartas me sale que te
va a matar algo muy chiquitito. Bueno, pitonisa, tengo que seguir con mi
compañía que vamos hacia París… gracias por avisarme, aunque no sé qué quieres
decir con eso de “chiquitito”, ¿Que me va a matar una hormiga o qué? Eso es lo
que dicen las cartas, soldadito español.
A Rafael Gómez, último
superviviente de la Nueve, muerto por
coronavirus.
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