Avisté el navío desde lo alto del puente de mando y, presto, ordené
rumbo hacia él. Una vez a su altura, mi tripulación lo cañoneó desarbolándolo a
la primera andanada, quedando la malvada goleta a merced de nuestro honrado
buque. Mis hombres, raudos como nadie, abordaron el barco de los malvados
piratas, dando por fin un final feliz a tantas fechorías cometidas. Una vez
encarcelados los bucaneros en la bodega, mis fieles marineros traspasaron todas
las riquezas que habían sustraído durante sus execrables días de navegación,
que rápidamente me puse a clasificar para devolvérselas a sus legítimos dueños…
<<Estás hablando en sueños,
Ambrosio. Venga, vete despertando que hoy nos manifestamos prontito. Y no te
olvides, como el otro día que ¡vaya disgusto me diste! de tomarte la pastilla
de la tensión, del riego, del estómago y del corazón…Vamos, que no te olvides
de ninguna>>
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