Érase un
político corruto, ya que era tan
iletrado que para definirle sobraba la p (de hecho, sería una falta de
ortografía ponerla). Se la llevaba muerta de cualquier sitio y cada puesto que
alcanzaba, era de mayor relevancia que el anterior. Una noche, cenando con la familia, pidió más almóndigas, lo que
provocó la risa de sus hijos. << ¿De qué os reís, ignorantes? Si está
bien dicho. No se qué… Organismo lo permite. ¡Siempre os tengo que repetir… que
sólo hay que esperar a que las instituciones hagan legal lo ilegal!>> Y
terminó la frase tirándose un pedo
enorme.
Un relato coincidente con algunas personas en candelero en estos tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro
Por desgracia, amigo Ángel. Un abrazo
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