Érase una vez un
paramecio que estaba solo. Vamos, se dio cuenta porque ya nadie rozaba sus
cilios. Era la primera vez desde….muchos millones de años, que no tenía ningún
contacto con otro ser, así que fue a buscar la respuesta. Chocó contra un
mamífero, al cual reconoció perfectamente a pesar de su tremendo cambio
evolutivo. Le preguntó que porqué le habían dejado solo, él y otros. Que qué
pasaba, si estaban molestos por algo que había hecho y cosas así. Nuestro
primate evolucionado a humano le respondió que tenía cosas más importantes que
hacer que realizar anticuados intercambios osmóticos. Vamos, que ya no le interesaba.
Que había sido muy majo pero que…adiós. Nuestro amigo unicelular se
entristeció. Y nada más. Siguió solo. Un paramecio, sólo…y solo. Ah, se me
olvidaba: Nunca más se dividió. No quería que sus “iguales”, resultantes de la
bipartición, sufrieran de soledad. Era un paramecio muy responsable. El último paramecio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario