Érase una vez una mujer que,
durante la mayor parte de su vida, fue dada por loca. Sí, así de rotundo: loca.
Ella, que lo oía constantemente, luchaba por defender su cordura pero, a pesar
de su insistencia, le llegaba el veredicto por muchos caminos: en alto, en
susurro, escrito…, y a veces, con un dedo girando en torno a una sien. Pero el
mundo empezó a cambiar, y todo aquello por lo que había sido marcada tan
categóricamente, comenzó a materializarse.
<< ¡Quizás llevase
razón!>>
<< ¡A lo mejor no estaba
tan loca!>>
<< ¡Es posible que lo
supiera!>>
<< ¡Existe la posibilidad
de que no fuese clara en lo que decía!>>
<< ¡Habría que pedirla cuentas!>>
<< ¡Habrá que ver cuanto se
callaba!>>
<< ¡Ha sido por su
culpa!>>
<< ¡CLARÍSIMO!>>
…Y la loca acabó en el fondo del
volcán para apaciguar la furia de los dioses.
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