El urogallo volvió a inflar su roja papada con el objetivo de intentar un “picopala” con la urogalla. Bueno, no es del todo cierto. La verdad es que estaba solo, frente al espejo, aunque la lejanía de la urogalla era lo más próximo que había sentido en su vida. <<Qué urogallo más raro>> pensó el veterinario <<le quitaré el espejo para que deje de hacer el imbécil>> En ese instante, el urogallo que tenía la capacidad de leer en la mente de las personas, pero no en la mente de las urogallas curiosamente, le metió un picotazo de advertencia. <<Déjame mi espejo>> graznó <<soy un urogallo equivocado, pero valiente. Y me mola ser así>>
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