Y al abrir la ventana…reconocería esos dedos desde el otro extremo de la galaxia. Reconocería esas piernas desde el más allá. Reconocería esa postura feliz mejor que cualquier otra cosa en la Tierra. Reconocería esa pose de descanso sobre cualquier otra cosa. Reconocería esa culpa, ésa en concreto, de entre todas las existentes en el mismísimo averno. Reconocería la otra silla vacía como la úlcera más dolorosa. Reconocería lo que existía detrás de esa postura como vivido por él, como el recuerdo más agradable. Reconocería el sabor de las rosquillas naranjas. Reconocería al lobo estepario a la primera, de hecho, fue él quien le enseñó la foto. Reconocería su desorientación de entre todas las señales del universo. Reconocería su derrota. Se acabó. ¿Y ahora?
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