Lo primero fue poner en marcha la
alarma de la casa mientras estaba ocupado en una de las estancias, que ya se
sabe que los ladrones están al acecho de cualquier descuido para entrar en tu
intimidad. Después activó el antivirus nada más encender el PC. Lo ejecutó
varias veces asegurándose de que no tenía ningún virus espía escondido
en alguna circunvolución del procesador. Repasó el firewall, que estuviese bien
configurado para estar tranquilo que nadie entraba en su intimidad. Aunque la
habitación estaba insonorizada, puso una almohadilla sobre el teclado para que
las pulsaciones fuesen lo más silenciosas posibles, libres de cualquier
grabación y posterior repetición. Encima de la minúscula cámara echó un pegote de
crema dentífrica sobre el esparadrapo que ya la tapaba, por si quedaba algún
poro por el que se colase algún fotón indiscreto. Ventana y persiana, cerrada y
bajada, respectivamente, y luz roja de baja intensidad en el habitáculo «Ahora sí, ahora sí que puedo hacer la compra con absoluta
seguridad e intimidad, que la gente no es consciente de lo peligroso que es
esto.»
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
viernes, 10 de junio de 2022
Nanorrelato Nº 658. El hombre moderno
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