Nada más
verla, casi un instante antes exagerando la emoción, cayó de rodillas; en esa
posición el éter invisible de la humanidad le arropó y dos lágrimas dulces
corrieron deprisa ambas mejillas como si dos esquiadores compitieran en el día
de año nuevo. Puso en práctica, como le había enseñado su nieta, descargarla en
el portátil y enviarla a la impresora. Hizo todas las copias posibles que le
permitió el montoncillo de papel que esperaba su llamada en la bandeja y salió
con la foto impresa a toda velocidad. Empezó a llamar a las puertas de sus
vecinos que al abrirle les entregaba una y les decía a la par “¡Toma tú regalo! “A los que no le entendían,
la cara de sorpresa desaparecía inmediatamente cuando se bajaba un poco el
cuello de la camiseta interior y enseñaba la huella de la traqueotomía por la
que le metieron el aire de la vida; algunos le abrazaban y otros incluso le
enseñaban la misma cicatriz como en esas películas donde los supervivientes del
holocausto se muestran los números grabados en el antebrazo; y ante esa imagen
sobran las palabras, por eso nadie le dijo nada en su mágico recorrido con su
imaginario trineo, o camello….
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
domingo, 27 de diciembre de 2020
Nanorrelato Nº 633. La foto
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