Andaba un poco y se cansaba: pastilla amarilla, como las lucecitas que veía casi antes de desmayarse. Avanzaba otro poquito y al doblar una esquina cualquiera aparecía la tristeza: pastilla morada, como el color del ocaso. Subía tres escaleras y ¡zas!, la melancolía: pastilla verde ..., ¿Un momento? ¿El verde no es el color de la esperanza? Entonces, ¿Esta píldora cura o no cura? ¿A ver si va a ser contra el estreñimiento por la esperanza de un buen final? Río un poquito al oírse su conclusión.
«Y esa sonrisa, queridos colegas, fue el principio de la curación del paciente, según os acabo de leer en el informe de su médico. Ya os dije que sería un éxito para la empresa farmacéutica en la que trabajamos contratar a un pintor que le diese verdadero sentido a los fármacos que diseñamos ¡No todo es bioquímica, amigos! Fin de la sesión. A trabajar. Por cierto, ¿Quién de ustedes me dijo algo sobre un novelista que nos reescribiese los prospectos?»
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