Confundía el amanecer con
la puesta de Sol: no era capaz de discernir si la dorada estrella subía o
bajaba. El pasado y el futuro se intercambiaban de forma sarcástica, como si
bailaran agarrados y una vez llevara uno y la siguiente el otro. Tampoco distinguía
si la barca iba o venía, si la playa se acercaba o alejábase, si los gritos de
los que se ahogaban aumentaban o disminuían. No era capaz de nada salvo de
agarrar a su hijo, del que tampoco sabía si crecería grande y sano en la Tierra Soñada o el mar se lo tragaría
transformándolo en un insignificante aborto.
Triste y peligrosa travesía desde el infierno a un lugar incierto.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro
Otro para ti. Gracias, maestro.
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