Érase un christmas dejado
encima de una estantería, olvidado desde hacía muchas navidades. Los e-mails,
whatsapps y mensajes de face, que viajaban por el éter camino del móvil, se reían
de él, de su obsoleto mensaje y estática figura. De hecho, nada más llegar al
teléfono, le enviaban una carcajada en modo de pitido o campanilla, que es como
ellos muestran su desprecio, sobre todo los whatsapps, que son los más maleducados
y abyectos. Pero nuestro christmas no les hacía caso y, a pesar del tiempo
transcurrido, exhibía con orgullo el trineo dorado que llevaba pintado en su
cubierta, creyendo además de vital importancia y rabiosa actualidad el mensaje
manuscrito en su interior. Un día se oyó un estruendo, como un golpe seco. Miró
con disimulo y vio como el teléfono móvil estaba desguazado en el suelo.
Nuestro amigo pensó, de inmediato, en la muerte horrible que acababan de tener
todos aquellos que tanto se habían reído de él. De pronto, sintió un dolor
horrible en su cintura.
<< Eso, calza la
mesita con esa tarjeta navideña que…, lleva lustros ahí. Si lo hubieses hecho
antes, no me habría quedado sin móvil >>
El contraste entre el pasado, que fue ayer mismo, aunque algunos seguimos mandando tarjetas navideñas, y el presente, que siempre arrasa.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un abrazo, Pedro