Se pasaba todo el mes de vacaciones intentando
recordar las contraseñas que usaba en el trabajo y en su vida habitual, ya que
en su día le dijo, un chico muy serio y muy listo que llevaba una camiseta con
la cara de Darth Vader, que era un error garrafal apuntarlas en un post it.
Bueno, las palabras exactas habían sido “agujero de seguridad”; y claro eso
sonaba fatal, sobre todo en los tiempos que corren. Así que, repito, como cada
media hora o así las repetía ayudándose de la musiquilla con la que había
aprendido de niño las tablas de multiplicar:” la de Windows…,ésta; la del
banco...,aquella; la de internet…,laquesea; la de twitter...,esta otra; la de
Facebook...,lademásallá” Y así ¡cada media hora!, porque era enorme la
complejidad y el número tan elevado de passwords, cada una con una mayúscula, una minúscula y
un número como mínimo, por supuesto. Así que el día, que por razones… ¡vaya
usted a saber! decidió quitarse la vida, encriptó la carta de despedida con el
algoritmo más potente que existía en ese momento. Al forense, por tanto, no le
quedó otra que encogerse de hombros dada la imposibilidad de saber la motivación,
a lo que un colega de veraneo del finado apuntó:
«¿Por qué lo habrá hecho? ¡Y estando
de vacaciones! Si era un tipo normal. Ayer mismo me tomé una caña con él, y a la media hora me dijo que tenía que irse a casa para repasar las
contraseñas. Vamos…, lo normal, lo que hacemos todos »
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