Ya no lo podía demorar más. Había llegado la hora, el momento de
la verdad. Sí, ya sabía que estaba preparado porque lo había
estudiado a conciencia. Pero a pesar de todos esos argumentos que
apuntalaban su éxito, los nervios eran inevitables. Había tardado
mucho en decidirse <<Mejor ir con absoluta seguridad>> A
lo largo de toda su vida siempre había sido una constante el ir
“bien ilustrado”, como le repitió en su niñez hasta la saciedad
su abuela en su educación paralela a la formal, que a ella siempre
le parecía insuficiente. Sí, era el momento. Se abrió la puerta
y…gran parte de las personas allí sentadas le miraron de
inmediato, debido a la invisible e irresistible llamada que provoca
la curiosidad. Con una inclinación rapidísima del cuello echó una
mirada de reojo a su vestimenta y se volvió a dar el aprobado, como
las otras cien veces que se lo había preguntado. Una vez llegado al
sitio, se detuvo en seco y comenzó: <<Señoras y señores, muy
buenos días. Me veo el la onerosa obligación de pedirles una ayuda,
unas monedas sobrantes…. >>
El miedo escénico es terrible en toda circunstancia. Por otro lado, toda preparación es poca y los consejos de los mayores, esa educación paralela, son muy necesarios.
ResponderEliminarUn final sorprendente.
Un abrazo, Pedro
Gracias, maestro y amigo.
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