Los moratones de su joven y
musculado cuerpo olían como las telas que inundaban el espacio tridimensional de
los velatorios de antaño, gargajos púrpuras que van anunciando a muerto.
Sentado al lado del cadáver, un muchacho agitado, con movimientos repetitivos,
exactos en distancia y tiempo por el extenuante entrenamiento llevado a lo largo
de toda su vida sin comprender nada. Sentado al lado del vivo, rodeado de
cables y pitidos que intentan desesperadamente fintar la guadaña, el mismo
muchacho con los mismos aspavientos. Ambas familias destrozadas en los
purulentos escenarios que la maldad ha conseguido clavarles a escoplo. Futuro y
presente unidos en una singularidad cuántica.
P.D ¡Aúpa, valientes! Se les puede derrotar
P.D ¡Aúpa, valientes! Se les puede derrotar
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