Érase una vez una “mujer” que
tuvo la mala suerte de poseer un espejo que siempre le decía la verdad y, como
a la bruja del cuento, fuente de sufrimiento eterna era. En ella la desazón era
mucho peor, ya que en nada destacaba, por lo que la respuesta a cualquier
pregunta siempre era la misma: no. Pero la vida, que a veces se apiada de las
personas equivocadas, le dio un golpe de suerte y de ella nació una bella,
buena e inteligente hija, para que los triunfos de su primogénita paliaran
totalmente el dolor sufrido por sus constantes fracasos. Pero no, la fue
moldeando con engaños emponzoñados para
que fracasara en todo y de esa forma obtener su deseado “sí” << ¿Soy
mejor que mi hija? >>
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