Un día él le dio un tortazo. Sí:
grande, sonoro y humillante. Ella le perdonó. Escuchó pacientemente todas sus
explicaciones y…le perdonó. El perdón estaba compuesto de amor, equivocación,
tres hijos pequeños y una pizca de cobardía, y todo volvió a la normalidad, ya que aquello no se
repitió. Incluso…se medio olvidó. Pero un día él se lanzó por la ventana,
dejando escrito en una nota: Yo no me he tirado. Lo juro. Mi alma me ha dado un
tortazo y he perdido el equilibrio. FIN.
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