El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español…, ni
francés, ni inglés, ni esperanto, ni nada de nada; ni tan siquiera hacía señas,
ni movía los ojos y apenas pestañeaba. La única conexión con el otro ser que
tenía delante era una frente perlada, la cual indicaba el sufrimiento que
circulaba a gran velocidad dentro de su bóveda craneal. Con esa parca
información, su médico intentaba disminuir la presión para, a su vez, aminorar
el dolor. En un rato no muy largo, ambas frentes se encontraban igual de sudorosas.
En ese instante de equivalencia se produjo la magia del inicio de la curación,
y el sudoroso más histórico rompió a llorar tumbándose de verdad en el diván,
con lo que la frente del médico se secó de inmediato gracias a la alegría
producida.
Acrílico y esmalte sintético sobre lienzo (90 x 71) |
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