Llevaba
muchísimo tiempo “sin saber qué hacer”. Tanto, tanto…que ni tan si quiera se
acordaba del problema que había originado semejante duda, con lo que la
situación empeoró al haber dos incógnitas: qué hacer y ¿por qué hacerlo? Dicha
aberración existencial degeneró lógicamente en un estancamiento generalizado de
todo, de todo… todo. Y, apoyado en el alféizar de su minúscula ventana de su
pequeño pisito, del gran arrabal de la enorme ciudad, fue encendiendo una y
otra vez miles de cigarrillos con la esperanza de que en cada nuevo que prendía
le llegase infusa la doble respuesta, aunque según pasaba el tiempo con sólo
una solución se habría conformado. No cuento el final, porque es muy feo.
A veces, pensar demasiado no puede traer nada bueno.
ResponderEliminarTú sí que sabes qué hacer con las letras.
Un abrazo, Pedro
Muchas gracias amigo por tus amables palabras. Un abrazo
EliminarMuchas gracias amigo por tus amables palabras. Un abrazo
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