Recé a un Dios y
al otro, por si acaso llevaban razón los seguidores de ambos respecto a estar
en posesión de la auténtica verdad. Nada, no obtuve respuesta. Acudí a
psiquiatras que me entregaron los últimos fármacos disponibles, y a amigos
verdaderos que aguantaron a “palo seco” mis axiomas. Nada, de nuevo. Hablé
conmigo mismo en bajito, susurrándome, para no asustarme, y con mi otro yo a
gritos, mirándole a los ojos en el espejo del baño. Negativo-Noviembre. Tomé
las drogas psicodislépticas más poderosas para intentar engañar a la realidad y
pasé temporadas en las que me alimentaba sólo de agua microfiltrada y alimentos
libres de transgénicos a ver si de la extrema pureza obtenía algo. Silencio. Y...un
buen día me respondieron todos a la vez y… ¡coincidieron! Peor. Muchísimo peor.
No me gustó en absoluto la respuesta. ¡Me está bien empleado por preguntar!
FIN.
Como decía un tío mío, "cuánto sufre el que sabe". Aparte de ello, la vida es así de caprichosa, o nos niega las respuestas o no las echa encima todas juntas, será mejor no preguntar por qué.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro
Gracias, Ángel. Otro abrazo para ti
ResponderEliminarPeor es cuando te vienen muchas respuestas y no has desplegado la pregunta.
ResponderEliminarMuchos dioses y muchos fármacos, amigo.
Un abrazo grande.
HD