Cuando la vida se le sentó al lado no sintió nada especial. De hecho, pensó que aquello no iba con él. Cuando la vida le tocó con la rodilla intentando llamar su atención, siguió en la misma postura manteniendo la creencia de que aquel aviso era fortuito y, por tanto: ni caso. Cuando la vida le tocó en el brazo intentando que le hiciese caso, siguió en sus trece de que todo seguía sin tener protagonista. Pero…, cuando la vida se enfadó, se levantó, y agarró a una señora vestida de negro que se apoyaba en el extremo de una guadaña para sujetarse y se la sentó enfrente, es cuando por fin se dio cuenta de que el sujeto más importante de aquel pequeño teatro era él.
— ¡Has estado a un tris, imbécil!— .
Hay que hacer caso a las señales que nos manda la vida, antes de que sea demasiado tarde.
ResponderEliminarUn abrazo, Pedro