Ya no podía casi leer. El esfuerzo que tenía que realizar no ya para ver las letras sino para seguir las líneas en el orden correcto, sin saltos que convirtieran el texto en algo absurdo, era sobrehumano. Andar, hablar, comer, también se habían modificado en tareas harto dificultosas, hecho que las transformaba por tanto en acciones nada atractivas. Sólo le quedaba recordar como tabla de salvación en estos últimos años. Pero…recordar sólo hasta un determinado momento. A partir de ahí, la evocación pasaba a ser una tarea tan difícil como las demás, y el dolor provocado inaguantable. Así que, siempre que llegaba a ese punto, intentaba volver a leer o a andar o a cualquier cosa que provocara dificultad, para que la imposibilidad, el dolor, hiciese rebobinar los recuerdos, engañar a su mente, y empezar de nuevo.
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