Una vez, en un viejo pañuelo, fueron a encontrarse una gota de agua y una lágrima. En un primer instante no se dijeron nada, pero al poco empezaron cada una a esgrimir sus poderosas razones de posesión de la tela.
— Este pañuelo es de mi propiedad, ya que mi dueño se secó en él el resultado de un desastre amoroso.
— De eso nada. Este pañuelo fue tirado en la calle y yo, caída del cielo, fui a posarme en él. Por tanto es mío.
Después de un buen rato discutiendo, oyeron un grito desesperado:<< Dejadme en paz. Respetad mi silencio y…mi soledad>> les dijo el pañuelo, que empezaba a ser agitado por el viento de la madrugada.
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