Lo primero que le preguntó nuestro amigo al cirujano, justo antes de quitarle la venda, fue si realmente se le reconocería.
— Imposible, ya verá. Se acaba de convertir usted en otra persona.
— ¿Seguro? Mire que no me importa pagar lo que sea. Lo importante es que no exista ni rastro de mi anterior aspecto.
— Quede tranquilo.
Una vez retiradas las gasas y viendo el resultado de la operación en un espejo, nuestro amigo quedó conforme. Efectivamente no quedaba ni el menor atisbo de la precedente apariencia.
— Por cierto, no sé si me meto en lo que no me llaman pero ¿Cuál es la razón de cambiar tan drásticamente de imagen?
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