Amaba a su país con todas
sus fuerzas, casi con las mismas que odiaba a aquellos que dudaban lo más mínimo
de su cuasiperfección. Ahora, mirando la puesta de sol, rozaba con la
mano opuesta la pulsera con los colores de la bandera y recordaba el esfuerzo
que tuvo que hacer desde su entrada a las juventudes del partido hasta que
consiguió su primer cargo como concejal… ¡hasta que por fin tocó moqueta!, vamos.
De ahí a alcalde y de ahí a presidente y de ahí a aquel aburrido puesto de
consejero en la misma eléctrica que ahora no le cobraba la luz que consumía,
como prebenda en su contrato. Y todos estos recuerdos todavía reforzaban más
su amor patrio, su lealtad a la democracia y a la igualdad de oportunidades, que
naciones como la suya otorgaba a todos sus hijos, sin excepción.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
viernes, 27 de agosto de 2021
Nanorrelato Nº 642. ¡Triunfador!
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