Hablamos del último, del
último virus de la clase Covid-19. Sabía el mal que había hecho…, quizá la
soledad le hizo reflexionar sobre sus acciones pasadas, como en general ocurre
en los humanos, aunque él era un virus, pero eso sí: un virus humano. La última
persona que atacó, y que sobrevivió, le dejó bastante perplejo; tanto que le
cambió la vida. En sueños, cuando la fiebre del humano subía desesperadamente
ante las oleadas de virus replicándose a todo trapo, le oyó susurrar en medio
del delirio que sus dos victorias más difíciles de conseguir habían sido: dejar
de fumar y ponerse ortodoncia a los 53 años. Le pareció absolutamente
maravillosa esa reflexión de un ser a punto de morir, y por eso, como
responsable del ataque, ordenó retirada por unas horas, con lo que ese tiempo
fue oro para el sistema inmunológico del exfumador de dientes colocados, y eso
acabó con todo su ejército, menos con él, que justo antes de tragárselo un
fornido T-Killer, le reconoció y le dijo con voz de Terminator: lárgate, yo no
mato seres buenos, va en contra de mi código genético. Ahora, nuestro protagonista,
vive en el mecanismo de un aparato de aire acondicionado, muy tranquilo,
intentando olvidar las cosas malas que hizo, como cualquiera que está solo.
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