De la misma forma que las gotas de lluvia se
quedan quietas en las hojas, convirtiéndose en lluvia muerta, su frente se
perló, reflejando de forma mortecina ciertos colores cuando había algún cambio
de luz. Todos sus recuerdos y vivencias giraban pausadamente montados en un
tiovivo. Subían y bajaban. Y él, en cada vuelta, esperaba que cambiaran, que
apareciesen distintos, vencedores. Pero no. Su frente, por tanto, seguía
cubierta de “lluvia muerta”, sin posibilidad, de momento, de que ningún
recuerdo la secase. A esperar el ansiado
giro medicinal.
En
agradecimiento a Víctor Mora por su
novela “ La lluvia muerta”
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