Comenzó el ascenso de la montaña ilusionadísimo,
pero no por llegar, no: por haberlo iniciado. Intentó no pensar en nada
mientras subía, ni qué le había forzado a ello ni qué ocurriría una vez llegara
a la cima. Sabía (estaba segurísimo) que ser totalmente aséptico en la
escalada, sería muy beneficioso en el resultado final. Y…, llegó a la cumbre.
Se puso muy contento de haberlo conseguido, aunque todavía tenía ganas de
seguir ascendiendo, lo que le diagnosticó que aquella no era su montaña, sino
una más en el camino a su curación. Bajó muy, pero que muy contento...,mirando en
derredor cual sería la siguiente.
A los que
tienen problemas
Témpera sobre papel |
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