La extrema fuerza gravitatoria
producida por el sillón le hacía enrojecer la espalda y la cara, sobre todo.
Había caído en él, como esos aventureros que se hunden poco a poco en las
arenas movedizas. Pero no tenía el mismo glamour, claro, él no era un héroe.
Sí, como decía más arriba, al principio, la espalda estaba irritada por el peso
y la quietud. La cara…, de la vergüenza, su vergüenza, su arena.
Acrílico y pintura industrial sobre lienzo |
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