El tiempo se le iba agotando de
una manera muy rara. No es que fuera pasando, transcurriendo, inútilmente. No.
De forma incontrolable, nuestro protagonista, sin poder evitarlo ya digo, cada
vez que miraba la hora en su reloj, o en su ordenador, o por cualquier otra vía
que se enterase, la anotaba en una libreta, que luego revisaba, pausadamente,
como un álbum de fotos inverso, ya que cada instante anotado evocaba una imagen
de ese momento exacto. Claro, el problema es que dicha foto era siempre la
misma. Pero no puedo decir más, aunque sea un narrador omnisciente, ya que
nuestro protagonista nunca soltó prenda de que imagen se trataba. No es posible
el cotilleo, pues.
Acrílico y pintura industrial sobre lienzo |