Su bisabuelo lloró solito en la isla de Ellis, ya que fue el
único que llegó con vida de toda la familia. Su abuela, con su madre a cuestas,
cruzó desesperada el paso de Le Perthus huyendo del hedor a muerto. Ahora
él, sentado en un sillón Camel, aprovechaba las imágenes de un telediario para
explicar a su hijo el peligro de la inmigración. De fondo, en la radio de la
criada, sonaba el corrido mexicano que reza:
Mi padre fue peón de hacienda
Y yo revolucionario
Mis hijos pusieron tienda
Y mi nieto es funcionario
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