Ya no lo podía demorar más. Había llegado la hora, el momento de
la verdad. Sí, ya sabía que estaba preparado porque lo había
estudiado a conciencia. Pero a pesar de todos esos argumentos que
apuntalaban su éxito, los nervios eran inevitables. Había tardado
mucho en decidirse <<Mejor ir con absoluta seguridad>> A
lo largo de toda su vida siempre había sido una constante el ir
“bien ilustrado”, como le repitió en su niñez hasta la saciedad
su abuela en su educación paralela a la formal, que a ella siempre
le parecía insuficiente. Sí, era el momento. Se abrió la puerta
y…gran parte de las personas allí sentadas le miraron de
inmediato, debido a la invisible e irresistible llamada que provoca
la curiosidad. Con una inclinación rapidísima del cuello echó una
mirada de reojo a su vestimenta y se volvió a dar el aprobado, como
las otras cien veces que se lo había preguntado. Una vez llegado al
sitio, se detuvo en seco y comenzó: <<Señoras y señores, muy
buenos días. Me veo el la onerosa obligación de pedirles una ayuda,
unas monedas sobrantes…. >>
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
domingo, 28 de mayo de 2017
lunes, 22 de mayo de 2017
Nanorrelato Nº 469. Doctor Pollino
Érase una vez un burro fuera de lo corriente, en lo que a
inteligencia y honestidad respecta. Era cultísimo. Sabía de todo y
lo que es más importante: quería que su dueño se diese cuenta de
su cultivado saber para, según él, ser más productivo para la
sociedad. Mientras daba vueltas al molino, no hacía más que hacerle
señales a su jefe para que se diera cuenta de su sabiduría: le
escribía con la pata en la tierra el teorema de Gauss, miraba hacia
el cielo para que se diese cuenta del efecto Doppler manifestado en
el cambio de color de las galaxias, rompía los trozos de granito que
encontraba a su paso para que su dueño supiese que realmente estaba
formado por cuarzo, feldespato y mica y rebuznaba intentando
recordarle que la novena sinfonía de Mahler fue la última que
compuso antes de morir, por poner algunos ejemplos. Un día, mientras
se miraba en un charco para enseñarle a su patrón el concepto de la
reflexión de la luz y la diferencia de velocidad de ésta respecto
de la que tenía en el vacío, sintió un golpe tremendo en la
espalda y, a la par, con el rabillo del ojo, observó como su dueño
se le acercaba a una de sus enormes orejas por estribor << Me
importan tres cojones si Holden Caulfield, el protagonista del
“Guardián entre el centeno” sufría en extremo. Me importa una
mierda si el Universo es cóncavo o convexo o si las células
malignas inhiben la apoptosis, es decir, la muerte celular
programada. Aquí sólo hay dos puestos, el tuyo y el mío. Y yo no
quiero el tuyo. Es más, para conservar el mío, sólo tienes que dar
vueltas en ese puto molino de agua y mi Jefe político, que es
analfabeto perdido, que como bien sabes pasa de vez en cuando por el
camino de la montaña, vea que te mueves sin parar. Así que la
próxima vez que te vea titubear te muelo a palos>> Fin.
P.D: No es una montaña, es una colina (La esperanza jamás se
pierde)
jueves, 11 de mayo de 2017
Nanorrelato Nº 468. La auténtica lagartija
Érase una vez una lagartija que,
enamorada del Sol, intentaba llamar su atención desde que salía hasta su ocaso
sin obtener respuesta. Día tras día, recién acicalada, bailaba y bailaba
intentando inútilmente que el lejano astro se fijara en ella. Por la noche,
leía novelas de amor y se imaginaba que aquellas escenas tan maravillosas le
ocurrían a ella, y esa ilusión era el motor para volver a intentarlo al día
siguiente. Pero un día, cansadísima de tanto fracaso, se quedó debajo de su
piedra, quieta, callada, sin gesticular…, y amaneció el día más nublado que
jamás se había visto. A la mañana siguiente, subió de nuevo a la piedra en la
que habitualmente hacía sus piruetas, pero esta vez se quedó quieta, sin llamar
la atención, siendo como realmente era ella, haciendo lo que le apetecía. Y el
Sol la abrazó con sus rayos anaranjados, para juntos ser felices siempre.
miércoles, 3 de mayo de 2017
Nanorrelato Nº 467. Asbjorn III. El vikingo (de la lira) de Blade Runner
— ¿Escuchaste algo que resaltar cuando fuiste al
futuro, Asbjorn? - preguntó el capitán.
— Pues oí a alguien, detrás de
una ventana muy rara que llaman cine, decir algo muy pero que muy profundo. Hablaba de la vida
y la muerte…
— ¿Un vikingo?
— No lo sé.
Decía algo así...aquí lo apunté: “Yo...
he visto cosas que vosotros no
creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar
en la oscuridad cerca de la
Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en
el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir"
— ¿Era rubio y fuerte?
— Sí.
— Un vikingo, clarísimo. ¡Chicoooos: Los
vikingos somos los dueños de la
Tierra en el futuro! (gritó el capitán desde la proa del
barco contestado al unísono por el bramido de la tripulación al completo)
<< ¡Por Odín, que cruz
tengo con ellos!>>
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